La música se detiene y dos participantes disputan la última silla disponible. La imagen es conocida prácticamente para todos quienes hemos asistido alguna vez a una celebración de cumpleaños y el juego de la silla se hace presente. Y lentamente se vuelve una analogía común cuando la silla en cuestión es la que ocupó Vasconcelos hace poco más de un siglo. Así, esta semana se informó que la ex maestra y ex dirigente sindical Leticia Ramírez será la tercera persona en liderar la SEP en cuatro años de gobierno. Siguiendo la huella de sus antecesores en el cargo, es estimable augurarle a la entrante secretaria nobles y altas esperanzas para su futuro político. ¿Será posible pensar lo mismo para los maestros y estudiantes en México?
A punto de entrar al ciclo escolar 2022-2023, la SEP estará dirigida por una nueva titular que tendrá como principal misión responder a la confianza presidencial depositada en ella. En su conferencia matutina del pasado lunes 15 de agosto, el presidente desperdigó en forma de elogios a la secretaria saliente las pistas sobre lo que exigirá a su sucesora. En primer lugar, ser la línea de diálogo y negociación con las organizaciones sindicales del magisterio. En segundo lugar, implementar la reforma curricular coordinada por Marx Arriaga. En tercer lugar, velar por la adecuada repartición de becas y de recursos a las familias a través de programas como La Escuela es Nuestra. Y por último, hacer cristalizar la narrativa de regreso a la normalidad post pandemia en el sector educativo.
¿Qué pasará en Sinaloa?
Para entidades federativas como Sinaloa, el mensaje enviado por el presidente tiene claras implicaciones. Durante los años que quedan de sexenio, los líderes de los sistemas educativos estatales contarán con el respaldo de la SEP a la hora de resolver las propias negociaciones con actores sindicales del contexto estatal. Dicho apoyo tendrá como precio el dar máxima prioridad a la implementación de políticas tales como el cambio de programas de estudio en educación básica y el correcto funcionamiento de programas de transferencias directas de recursos. En tanto, el diagnóstico de las urgencias que se tenga en lo local tendrá que esperar.
El libreto para lo que viene es claro, sencillo, predecible. Delfina Gómez eligió como leit motiv de sus 20 meses a cargo de la SEP el compromiso de no cambiar nada. Y muy probablemente, Leticia Ramírez tendrá todas las facilidades para concluir magistralmente dicha labor. Pero la promesa de no cambiar nada es una falacia que oculta lo que el sistema educativo realmente representa para el proyecto político del gobierno federal.
En el balance vox populi que realiza el presidente se confirma la continuidad de los pilares que rigen la conducción del sistema educativo nacional. La nueva oficina a cargo de la SEP deberá continuar manteniendo bajo control una de las fuerzas laborales más trascendentes del país y seguir siendo una enorme plataforma de distribución directa de dinero para la población. Lo novedoso es que, en esta recta final de sexenio, la SEP además deberá saber iniciar el proceso de renovación cultural y de reconstrucción de la identidad nacional y local que los nuevos planes de estudio impulsarán.
Esto no debe de ser un juego
La idea de no cambiar nada es una astucia discursiva peligrosa, que oculta decisiones deliberadas que dañan profundamente el derecho a aprender de niñas, niños y jóvenes. Actuando mediante la vía de la sustracción y el despojo, se ha llevado a cabo una sistemática desarticulación de políticas y programas educativos como Escuelas de Tiempo Completo, dando como consecuencia un penoso subejercicio del presupuesto educativo. Pero lo peor es que por cuarto ciclo escolar consecutivo, la SEP decida vivir en una realidad imaginada, que ignora totalmente la dura realidad de la catástrofe educativa que la pandemia generó en México.
Apúntelo en su libreta. Ni el discurso vacío de una revalorización del magisterio que no cambia la realidad material de los educadores ni de sus escuelas; ni becas universales o subsidios que transfieren la responsabilidad de resolver problemas comunes a las comunidades y familias; ni mucho menos una reconfiguración curricular diseñada a las prisas y con profundas inconsistencias harán algo positivo por la educación de este país.
En Sinaloa hay mucho por hacer. La SEPyC y el ISIFE deben poner a todas las escuelas en condiciones dignas para volver a ser habitadas con fines educativos. Se debe diagnosticar cómo están el aprendizaje académico y socioemocional de los estudiantes. Hay que saber con certeza quiénes dejaron la escuela y salir a traerlos de regreso. Bailar al son de la música que pone la federación no permitirá construir mayor justicia social a través de la educación. La silla desde la que se lideran los sistemas educativos debe ser usada siempre para servir a la protección del interés superior de niñas, niños y jóvenes. Y no para contentar al jefe y saltar luego a otro encargo más conveniente.