Opinión
Desde la Secretaría de Educación Pública y Cultura (SEPyC) se anunció la semana pasada la decisión de terminar el ciclo escolar actual una semana antes de lo previsto como respuesta a las temperaturas extremas en el estado de Sinaloa. Aunque esta medida puede proteger el bienestar físico de estudiantes y educadores en el corto plazo, es importante preguntarse respecto a cómo se abordará este problema de manera integral y a largo plazo.
Según el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), se espera que la temperatura media global aumente entre 1.5 y 4.5 grados Celsius para finales del siglo XXI. En México, se proyecta un aumento de 1.5 a 2.5 grados para el 2030 y de 2 a 4 grados para 2050. Además, se estima que en el país el 35% de la población vive en áreas con alta o muy alta presión sobre el agua. En el contexto de Sinaloa, donde la agricultura consume alrededor del 76% del agua, este estrés hídrico amenaza con empeorar la situación en el futuro cercano.
Los desafíos ambientales son una realidad para la educación en Sinaloa hoy. Pero por su trascendencia, requieren ser abordados con mirada de futuro. Al observar el problema desde una perspectiva más amplia, es evidente que la suspensión de las clases no se debe tanto al calor extremo como a la ausencia de una infraestructura y equipamiento adecuado en las escuelas.
Un problema complejo como este requiere un enfoque integral con acciones en múltiples niveles. Es relevante aprovechar el escenario actual para sensibilizar y educar a las nuevas generaciones respecto a cómo podemos actuar de manera empática y responsable sobre los problemas ambientales. Y también se debe pensar en transformar aquellas condiciones estructurales que impiden la resiliencia, tales como la dependencia de combustibles fósiles y la ausencia de estrategias de construcción adaptadas a las características geográficas y climáticas tan variables que ofrece México.
Es aquí donde el uso de tecnologías innovadoras y sostenibles puede marcar la diferencia. Por ejemplo, la climatización sostenible basada en energía solar puede proporcionar un ambiente de aprendizaje adecuado mientras reduce el consumo de energía y la emisión de gases de efecto invernadero. Además de los beneficios medioambientales, la energía solar puede reducir los costos operativos a largo plazo, aliviar la presión sobre las redes eléctricas locales y fomentar la alfabetización energética entre los estudiantes. Por otra parte, la adopción de patrones de arquitectura escolar más sustentables puede mejorar el aprendizaje y bienestar de los docentes, al mismo tiempo que se disminuyen las necesidades energéticas de las escuelas.
No debe olvidarse que Ley General de Educación vigente en México mandata al estado a utilizar el desarrollo de la ciencia y la innovación tecnológica en favor del derecho a aprender de niñas, niños y jóvenes. Esto requiere que las autoridades puedan construir redes de colaboración con organismos que puedan hacer uso de los avances tecnológicos y científicos en favor del derecho a aprender. Instituciones de educación superior, de la iniciativa privada y organismos públicos tales como la Coordinación General para el Fomento a la Investigación científica e Innovación (CONFÍE) pueden jugar un gran papel en estos esfuerzos.
Hoy es el calor, mañana la sequía. A medida que avanzan los efectos de la crisis climática que afecta a toda la biósfera, es importante preparar a instituciones tan importantes como las escuelas para un futuro incierto. Salvo que queramos un futuro en el que derecho a aprender de niñas, niños y jóvenes se vea permanentemente condicionado por las condiciones climáticas.