Opinión

Caminante, no hay camino, se hace camino al andar, reza el poema de Machado, musicalizado luego por Serrat. En su simple pero profunda sabiduría, los versos describen a cabalidad lo que los sistemas educativos en todo el mundo han debido hacer para enfrentar la pandemia: innovar, adaptarse, hacer camino al andar.
Para Sinaloa, el camino del aprendizaje venía marcado por un moderado pero constante avance en los indicadores de aprendizaje que solíamos conocer en México en tiempos del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, el difunto INEE. Sin embargo, hoy por hoy únicamente podemos estimar los efectos que los cierres escolares tendrán sobre el aprendizaje.
Como todo en la vida, dependiendo desde dónde se le mire, el asunto adquirirá distintas formas y matices. Pero lo que parece ser el común denominador entre estimaciones nacionales e internacionales, pesimistas y optimistas, es que veremos una dislocación, una discontinuidad -para ponerlo en términos técnicos- de las trayectorias de aprendizaje esperadas para niñas, niños y jóvenes.
Más allá de hablar de pérdida (¿cómo perder lo que nunca se ha tenido?), de rezago, de retraso, o de cualquier etiqueta, mejor sería enfocarnos en cuál es la pregunta que nos debemos hacer para garantizarles a los niños el derecho a aprender del que son titulares. A estas alturas, ahí no hay pierde ¿qué saben? ¿cómo lo han aprendido? Estas son las preguntas clave. El tema es cómo plantearlas.
La primera la podemos establecer en términos punitivos, por ejemplo. ¿Saben todo lo que el currículo nacional dice que deberían de saber? O la podemos plantear dejándonos sorprender por las respuestas. ¿Qué aprendieron de la vida durante el confinamiento? Mejor aún, la podemos plantear en términos integradores ¿Han aprendido aquellos aspectos del currículo nacional que mejor los prepara para los desafíos de su vida?
Conversando con estudiantes he escuchado cosas que me sorprenden. Aprender a patinar como aprendizaje transformacional. Estudiantes que no quieren aprenderse el currículo nacional lección por lección, tarea insulsa por tarea insulsa. Sino todo lo contrario, tomar la iniciativa y buscar dentro de las múltiples opciones que les asisten, contenidos e información que les abran nuevos mundos, como el de la robótica, la programación en bloque, la cocina o el canto.
Pero lo que más me ha sorprendido es haber escuchado estudiantes de secundaria decir “espero que las autoridades no se olviden de todo lo que seguro han tenido que aprender para mantener funcionando el sistema educativo”.
Es tanto lo que hemos aprendido juntos durante este tiempo. Lo socioemocional no es accesorio, sino medular. La tecnología no es reemplazo de los profes, sino multiplicación exponencial de las oportunidades. La escuela va más allá de los muros y los horarios que la constriñen. La escuela es una gran comunidad de personas que se comunican y colaboran para fomentar los aprendizajes y el bienestar.
El camino de los CCA es clave, nos enseña si realmente estamos abiertos a aprender. Los caminos se hacen al andar. Pero también se desandan y se desaprenden, cuestión que bien podríamos hacer con las hojas secas de la gramática educativa que podemos sacudir para siempre en este regreso a la escuela.
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Gustavo Rojas