Opinión
Aunque el regreso a clases todavía no es posible en todas las escuelas ni todos los contextos, al menos ya está bien instalada la idea de que volver a la presencialidad es un mejor camino para aprender que continuar a distancia. Con ello, comienza a ser necesario pensar qué y cómo la política educativa local pueda impulsar cambios en la pedagogía tradicional en las escuelas en Sinaloa. La razón es sencilla. Antes de la pandemia ya había una escuela que no permitía aprender a todos los estudiantes. No se puede sencillamente regresar a lo mismo.
Por ello, es de gran importancia que en espacios como el Consejo Técnico Escolar de este viernes, docentes y directivos que han regresado a clases presenciales tengan la oportunidad de expresar qué aprendizajes y desafíos les ha dejado este tiempo. Y que, a través de esta información, la SEPyC pueda determinar qué tipo de apoyos y acompañamientos es necesario ofrecer a las comunidades escolares.
En Mexicanos Primero Sinaloa exploramos estas necesidades desde las experiencias de directores de Centros Comunitarios de Aprendizaje (CCA). Y en nuestra investigación fue evidente que en las escuelas necesitan hacer frente a carencias en el aprendizaje académico de sus estudiantes tan importantes como las situaciones que han amenazado su bienestar socioemocional.
Desde el periodo de funcionamiento de los CCA a la fecha, no se habían anunciado programas específicos de acompañamiento educativo para combatir los efectos negativos de la pandemia. Hasta que hace algunas semanas, la SEPyC anunció el inicio de la implementación del programa Jóvenes Ayudando a Niñas y Niños (JANN).
Inspirado por experiencias exitosas en otros lugares del mundo, el proyecto JANN busca apoyar a estudiantes a través de la figura de un “tutor”, un estudiante que realiza su servicio social y ayuda a grupos de 5 alumnos en sesiones online de regularización de habilidades de matemáticas. Este proyecto ya ha demostrado permitir un aumento en los niveles de aprendizaje en otras entidades federativas. Versiones del programa en otros estados, además se ha visto un beneficio en el aspecto socioemocional.
Dado que este programa planea impactar a alrededor de 5 mil estudiantes en Sinaloa y únicamente a quienes cuenten con medios de conectividad digital, la SEPyC debe considerar con suma urgencia qué medidas llevará a cabo para brindar apoyos a la gran mayoría de estudiantes sin los recursos necesarios para acceder a programas en línea. Y también, para incluir otras áreas mínimas fundamentales para el aprendizaje, tales como la lectura y la escritura.
Para lograr aumentar la escala y el impacto de iniciativas como JANN, escuelas normales y universidades públicas y privadas en el estado deben activarse como una gran fuente de personas elegibles para participar en programas de tutoría online y sobre todo presenciales, lo cual ofrece un potencial mucho mayor de beneficio educativo.
Por otra parte, a los esfuerzos de JANN (https://jann.mx/) se pueden sumar esfuerzos de otros programas, tales como Acercando a México (https://www.facebook.com/acercandoamexico/) . Y se puede expandir el impacto al complementar tutorías de matemáticas con apoyo en lectura, aprendiendo de experiencias como Letra Libre, en Chile (https://www.letralibre.cl/).
Otra opción es traer a Sinaloa proyectos actualmente implementados en otros estados, tales como el programa de Campamentos de Aprendizaje, impulsado en estados como Nuevo León, Chiapas y Tabasco. En dichos centros, docentes y otras figuras de la comunidad reciben capacitación para poder evaluar habilidades básicas de matemáticas y lectura en niñas y niños de entre segundo y sexto de primaria para poder ofrecerles un curso de regularización de cuatro semanas alineado a su real nivel de aprendizaje.
Aunque la crisis es grave, sí existen caminos para la reactivación de los aprendizajes. Es de esperar que la restitución del derecho a aprender de niñas, niños y jóvenes pueda ser una tarea compartida, en la que todo aquel que cuente con herramientas y capacidades pueda servir.