Opinión
El 26 de abril dio inicio en Sinaloa la operación de 633 Centros Comunitarios de Aprendizaje (CCA), con los cuales se busca brindar voluntariamente asesoría y acompañamiento para los estudiantes en mayor riesgo de abandono escolar.
A poco más de dos semanas del inicio de esta estrategia, compartiré con ustedes algunos elementos en la experiencia de un Centro Comunitario de Aprendizaje ubicado en la comunidad de El Quemado, en el municipio de Mazatlán. Allí, pudimos conocer la historia de la Escuela Telesecundaria Federalizada 355-E, y específicamente, el testimonio del maestro Joselino Cazerez (director comisionado y docente).
Esta telesecundaria está conformada actualemente por 19 alumnos (nueve en segundo y diez en tercer grado) y tres docentes, los cuales se dieron cuenta que la modalidad de educación a distancia no bastaba para garantizar que los estudiantes aprendieran adecuadamente. Peor aún, de acuerdo con su análisis, el distanciamiento de los alumnos con la escuela fue la causa del abandono escolar de dos de ellos.
Debido a esta situación, antes del inicio formal de los CCA, los maestros Joselino y su compañero René iniciaron jornadas de atención presencial de manera esporádica en la escuela, para brindar a los alumnos la posibilidad de contar con asesorías para reforzar los aprendizajes mínimos. Por supuesto, siempre siguiendo las medidas necesarias de seguridad. Y en un contexto que, debido a las características de la comunidad, nunca tuvo una situación de riesgo de salud elevada.
Posteriormente, cuando se presentó la posibilidad de convertir las escuelas en CCA, estos dos maestros decidieron voluntariamente habilitar la telesecundaria en esta nueva modalidad y comenzar a operar de forma continua. De esta manera, la atención comenzó a brindarse una vez por semana. Bajo este nuevo esquema, se decidió mantener a uno de los docentes de la escuela al margen de las labores presenciales, debido a condiciones que lo ponían en riesgo ante un eventual contagio de COVID-19.
Así, con el apoyo de las familias, los debidos protocolos de salud, así como productos de higiene y desinfección proporcionados por las autoridades, las niñas y niños de la comunidad de El Quemado han tenido la oportunidad del necesario regreso a la presencialidad. Y aunque si bien es cierto, nunca dejaron de ver presencialmente a sus amigos, ahora pueden retomar relaciones de compañerismo y convivencia que sólo la escuela les podía ofrecer.
Junto con labores de asesorías para reforzar los aprendizajes y temáticas que diariamente trabajaban desde la distancia, la interacción entre docentes y estudiantes se ha enfocado en prevenir el abandono escolar, a través de diversos ejercicios de convivencia y libre expresión de sentimientos mediante los cuales se atiende la dimensión del bienestar socioemocional de los alumnos.
Esperamos que esta historia sirva como testimonio del compromiso y vocación docente, de quienes como el maestro Joselino y su colega René, hacen hoy posible el regreso a la presencialidad para los estudiantes que más lo necesitan. Y también, como comprobación de que el regreso gradual a las escuelas ya es una realidad, que esperamos haya llegado para quedarse.