Opinión
Esta semana marca el hito más importante para el derecho a aprender durante toda la pandemia. Con el regreso paulatino y gradual a las escuelas a través de la implementación de cerca de 640 Centros Comunitarios de Aprendizaje (CCA), se estará beneficiando a las niñas, los niños y los jóvenes que más lo necesitan. A través de esta estrategia, se da el primer paso para evitar una catástrofe generacional que desde hace semanas advertimos como un gran riesgo para el futuro de Sinaloa.
A medida que se socializan las primeras fotografías e imágenes de las aulas y escuelas pobladas nuevamente, no podemos sino empatizar con la emoción del reencuentro que sabemos guardan en su corazón los docentes y estudiantes que hoy vuelven a verse después de más de un año. A la distancia, hacemos nuestra la sensación de gratitud que seguramente las familias sienten por los maestros. Y también, el orgullo que miles de profesionales de la educación han de sentir por ser los primeros, pioneros en un regreso fundamental para el derecho a aprender.
Por supuesto, este es un camino que será largo. Considerando que sólo en la educación básica, en Sinaloa hay más de 560 mil estudiantes, hay aún gran trecho por recorrer para el regreso de todos, sin excepción. Pero a partir de esta focalización inicial en estudiantes con los que hasta el momento no se ha establecido una comunicación constante de manera remota, se podrá apoyar socioemocional y académicamente a quienes hoy están en mayor riesgo de dejar la escuela.
Sabemos que dar exitosamente este primer paso no será fácil. Probablemente, ningún protocolo tenga las respuestas para todos los desafíos, las dudas y las preguntas que se presentarán a medida que comience la implementación gradual de los CCA. Esto es parte normal de innovar, de explorar una nueva forma de hacer las cosas. También nos consta que, las escuelas públicas ofrecen hoy condiciones materiales que no siempre resultan ideales. Y en lamentables casos, durante el año de cierre de escuelas, muchas de estas deficiencias se han agravado a partir de crímenes como el saqueo a los planteles.
Con el fin de resolver estas carencias, será fundamental contar con los recursos materiales y financieros para que cada escuela asegure la posibilidad de contar con lo mínimo: agua potable, baños e implementos para la limpieza e higiene cotidiana. Y también, que la comunidad escolar se enfoque fuertemente en reconstruir sus relaciones de comunicación, coordinación y colaboración. En la medida en la que el funcionamiento de los centros comunitarios de aprendizaje sea una oportunidad para avanzar juntos como comunidad, se superarán los desafíos que se presenten en el camino.
Finalmente, en lo que los centros comunitarios de aprendizaje van volviéndose de a poco una realidad, démosles tiempo y espacio para instalarse con tranquilidad. Demos a cada comunidad que se haya atrevido a dar este primer paso, un voto de confianza, dejándolos funcionar sin presión. Ya habrá oportunidades de analizar tanto en lo específico como en lo general, el desarrollo de esta estrategia. Por ahora, dejémoslos abrazar la esperanza.