Opinión
En la mayoría del mundo, los datos se han vuelto herramientas importantes para conducir sistemas educativos. Educar a millones de estudiantes es una misión compleja que autoridades, educadores y familias llevan a cabo, articulados por intrincados mecanismos de coordinación e impulsados por gran cantidad de recursos. Los datos son un camino para reducir esta complejidad y hacerla gestionable. Y también sirven como contrapeso a las narrativas oficialistas, siempre deseosas de proteger su aprobación social.
A pocas semanas de conocer el segundo informe de labores del gobernador Rubén Rocha, se abre la posibilidad de hablar de educación con información fresca, recién salida del horno. Con ello, se puede comenzar a delinear hacia cuáles coordenadas deberían moverse los mensajes centrales de la actual administración al reportar sus avances en materia educativa.
Los primeros datos provienen del quinto informe de gobierno del presidente López Obrador. En dicho documento, Sinaloa figura con cifras que lo ubican sobre la media nacional en múltiples indicadores. Destacando un 72.3% de cobertura en preescolar (niñas y niños de 3 a 5 años) 6 puntos porcentuales más alta que el promedio en todo el país, pero abajo del 90.2% de cobertura en Yucatán.
También es destacable la cobertura a nivel de media superior, en donde Sinaloa ocupa la segunda posición a nivel nacional después de CDMX. El informe también detalla una serie de iniciativas en las que la entidad ha participado, desde la entrega de las Becas Benito Juárez hasta la participación en eventos deportivos.
Otra fuente interesante de datos proviene del Panorama de la Educación 2023, recientemente publicado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Si bien estos datos no ofrecen una mirada focalizada en la realidad estatal, develan cómo se ve el sistema educativo mexicano comparado con el de otros países.
En este ejercicio de “benchmarking”, México destaca tristemente por estar sobre la media de países OCDE en el porcentaje de población sin enseñanza media superior completa, con un 43% de la población en dicha situación versus un 14%. Similar situación que, en cobertura del primer grado de educación preescolar, que en México sólo beneficia al 39% de la población versus el 73% en países OCDE. Este estudio también demuestra que en México el financiamiento educativo disponible por estudiante es entre 3 y 5 veces inferior que el promedio de inversión en países OCDE.
Interesantemente, tanto en el quinto informe como en el panorama educativo no se incluyen datos de aprendizaje académico que logran los estudiantes en el país. La OCDE se hará cargo de aquello cuando presente los resultados de las pruebas PISA a finales de este año.
En tanto, la Comisión para la Mejora Continua de la Educación (MEJOREDU) publicó los resultados de evaluaciones formativas aplicadas durante el ciclo escolar anterior. Esta primera entrega oficial de datos desde antes de la pandemia confirma algo que organismos como Mexicanos Primero ha venido señalando por largo tiempo: se vive una situación crítica en el aprendizaje de conocimientos y habilidades mínimas en matemática y lectura.
Cuando se trata de comunicar la conveniencia de tener a uno o a otro grupo político en el poder, las narrativas aguantan mucho. Son los datos los que, en ese sentido, sostienen los relatos. En Sinaloa, cualquier narrativa que no presente datos adecuados será débil. Como mínimo, un buen reporte de avances debiera incluir respuestas respecto a las siguientes preguntas:
¿Cómo está el aprendizaje académico de los estudiantes y cuáles son sus mayores urgencias? ¿Cuántos niños inician a tiempo su trayectoria educativa en primero de preescolar? ¿Cuántos jóvenes siguen apostando por la escuela, en vez de abandonar su educación antes de tiempo? ¿Cómo ha avanzado la inversión federal y estatal para beneficiar su aprendizaje? ¿Cómo avanza la misión de poner todos los planteles escolares en condiciones dignas y seguras para aprender?