Opinión
No está el horno para bollos. Lo político no puede estar por encima de la responsabilidad de garantizar a toda una generación de estudiantes el derecho a estar y a aprender en una escuela. Hay que saber insistir, sin quitar el dedo del renglón, en la importancia de tener prioridades claras.
Por eso, volvemos a sostener que hoy por hoy, las principales preocupaciones en materia educativa deben estar en contar con un plan integral que permita un regreso seguro a clases y que brinde apoyo para resolver los retos pedagógicos surgidos durante la pandemia.
A estas alturas, ya no quedan dudas de que el regreso a la escuela es el camino correcto. Pero la pandemia aún no acaba, y eso implica no descuidar cumplir con protocolos de seguridad sanitaria. De la mano de la ciencia, de la evidencia, se debe contar con información respecto a qué medidas mantener y cuáles eliminar.
Y también debemos saber en qué condición está cada escuela para albergar un regreso seguro. En acción coordinada, la SEPyC y el ISIFE deben evaluar si los planteles cuentan con condiciones mínimas para un regreso seguro en cada plantel y generar un plan de inversión que priorice las mejoras necesarias para que ningún centro escolar se encuentre cerrado por cuestiones de infraestructura.
Una vez abiertas las escuelas, no bastará con volver a las viejas formas de trabajar. Estamos frente a una crisis que cambió muchas cosas. Y por lo mismo, las escuelas deben contar con herramientas para diagnosticar las necesidades académicas y socioemocionales de los estudiantes. Esta es la única forma de brindarles la atención y el apoyo que realmente necesitan, y no el que imaginamos que debemos darles.
Sin darle a niñas, niños y jóvenes oportunidades de aprendizaje cercanas, abordables y alineadas a sus capacidades, se hace mayor el riesgo de que el rezago académico aumente. Intervenciones educativas capaces de personalizar la enseñanza, tales como instrucción en el nivel correcto o tutorías, tienen ese potencial.
Y también será de fundamental relevancia atender a la realidad emocional de los niños y jóvenes. Las recientes noticias de suicidios de personas jóvenes a las que ya se refirió el gobernador Rubén Rocha debieran ser consideradas señales de alerta, indicadores de una problemática que puede estar afectando vidas de miles de personas. La salud mental y emocional ha de ser una prioridad y las escuelas no pueden ser dejadas solas en dicha tarea.
Para recuperarnos de esta crisis, las escuelas necesitan estar abiertas, en buenas condiciones. Los docentes necesitan estar acompañados, libres de compromisos burocráticos que no les permiten centrarse en las necesidades de sus estudiantes. Los directivos necesitan estar enfocados en gestionar el aprendizaje y no sólo en la administración. Las autoridades y representantes del magisterio deben centrarse en lo educativo y no sólo en lo político. Y la sociedad, no podemos seguir indiferentes.
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Daniel Rodríguez