Opinión
A medida que se acerca la discusión presupuestal en Sinaloa, es importante recordarle a diputadas y diputados el compromiso del gobierno del estado con la atención integral a la primera infancia. Lo que ocurre entre los 0 y los 6 años es una ventana en la que se abren y se cierran oportunidades para el resto de la vida. Por ello, se trata de un momento muy valioso e imprescindible para compensar y corregir muchas de las desigualdades sociales y económicas que padece nuestra sociedad.
En este sentido, resulta de gran valor mirar a la reciente publicación del estudio llamado «Improving Early Equity: From Evidence to Action» dado a conocer la semana pasada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). En esta investigación enfocada en Inglaterra, Estados Unidos y Estonia, se presentan algunos hallazgos que pueden ser de valor para considerar la situación de niñas y niños en América Latina.
El estudio parte de la base de que los riesgos y oportunidades que las personas enfrentan durante la primera infancia marcarán el resto de su trayectoria y desarrollo. Para caracterizar dichos factores, se midieron condiciones en los hogares y características de 7 mil niños, obtenidas a través de encuestas aplicadas de manera directa. Un foco especial se puso en conocer el desarrollo de habilidades tempranas en lectura, numéricas, además de socioemocionales.
De manera esperable, el estudio determinó que muchas de las brechas de desigualdad tienen su origen precisamente en esta etapa. Comparando los resultados de niños provenientes de hogares de menor ingreso (disadvantaged) con el de niños en hogares de mayor ingreso (advantaged) existieron importantes diferencias en el grado de desarrollo de las habilidades antes mencionadas. En todos los casos, pertenecer a una familia con mayores ingresos fue sinónimo de un promedio más elevado de desarrollo de las habilidades, sobre todo a las referentes al aspecto socioemocional.
Estas diferencias también se vieron reflejadas en las condiciones que viven las niñas y niños. Mientras en los hogares acomodados seis de cada diez niños leen con sus familias cinco veces a la semana, en aquellos con menos recursos sólo dos de cada diez niños leen con esa frecuencia. Este patrón se repite con la cantidad de libros que tienen disponibles en sus casas. Siete de cada diez cuentan con 50 libros o más en hogares de alto ingreso, y sólo dos de cada diez en los de bajo ingreso.
El estudio llevó a cabo una interesante comparación entre estas tempranas brechas de desigualdad y las diferencias que presentan los estudiantes en los resultados de pruebas PISA (datos 2018) de estos tres países. De manera predecible, aun cuando no se trate de los mismos estudiantes, el tamaño de la brecha de aprendizaje a los 5 años es muy similar a la que se manifiesta en los niveles de aprendizaje que los estudiantes tienen a los 15 años de edad.
De acuerdo con las conclusiones del estudio, este hallazgo abre una necesaria discusión respecto a la incapacidad de los sistemas educativos de revertir, o al menos reducir, estas tempranas desigualdades. Hoy por hoy, países como Estados Unidos, Inglaterra y Estonia no logran romper la tendencia social según la cual origen es sinónimo de destino. Si esto es así en países de un mayor ingreso, ¿qué queda para países como México?
En el caso de nuestro estado y país, abordar este problema complejo implica diagnosticar cada vez con mayor precisión la forma en la que se ofrecen las atenciones necesarias para un desarrollo integral durante la primera infancia. La implementación de la Estrategia Nacional de Atención a la Primera Infancia en Sinaloa permite avanzar en esa dirección. Y también resulta destacable el proyecto del Sistema de Indicadores de Primera Infancia México realizado por el Early Institute (https://earlyinstitute.org/sipimexico/acerca-de-sipi/)
Pero es necesario ir más allá. A la fecha, México no cuenta con evidencia del grado de desarrollo de habilidades tempranas en lectura y desarrollo del lenguaje, de la capacidad matemática y de competencias socioemocionales durante la primera infancia. Este es sin duda un gran vacío a corregir en la política educativa a nivel nacional y local. A falta de datos precisos respecto al problema, el sentido común indica que se debe trabajar en crear mejores condiciones estructurales, tanto en hogares como en escuelas.
En el contexto familiar, esto significa apostar por fomentar un mayor hábito lector. Padres, madres, familiares y cuidadores, podrían beneficiar enormemente el desarrollo de niñas y niños invirtiendo 10 minutos de lectura al día. Y también puede ser un gran aporte que los adultos aseguren a los niños la oportunidad de escuchar y hablar a diario, a través de conversaciones que desarrollen su lenguaje. Y en el contexto escolar, esto implica ampliar y fortalecer la oferta de servicios de educación inicial y preescolar. En Sinaloa sólo el 6% de niños menores de tres años recibe educación inicial escolarizada. Y sólo 3 de cada 10 niñas y niños asisten al primer grado de preescolar. Realidad que debe cambiar si queremos un Sinaloa con mayor equidad y justicia social.