Opinión
Hace unos días el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) publicó los resultados del Censo de Población y Vivienda 2020. Aunque es innegable que en Sinaloa hemos avanzado en indicadores educativos importantes como la reducción del analfabetismo o el aumento en la proporción de alumnos de 3 años que asisten a la escuela, también existen considerables diferencias entre los municipios que muestran las amplias brechas de desigualdad e inequidad en el estado y los cuales se verán mayormente afectados por la pandemia.
Sin las oportunidades que nos brinda el derecho a la educación, el lugar y contexto donde se nace determina en gran medida el destino de las personas. Si bien hay diversos estudios que hablan sobre la importancia del lugar y condiciones donde se nace como uno de los mayores predictores del futuro (Morales y Villalpando:2016), quisiera visibilizar esta situación en el contexto específico de nuestra entidad.
Los hallazgos del censo muestran que, aunque el grado promedio de escolaridad de la población de 15 años o más aumentó en la última década de 9.1 a 10.2 grados (equivalente a segundo año de bachillerato incompleto) y colocan a Sinaloa en la octava posición del país, hay algunos municipios que ni siquiera alcanzan la media nacional.
Los municipios identificados con los más bajos niveles de escolaridad son Badiraguato y Choix con el equivalente al primer grado de secundaria incompleta. Estos se caracterizan por encontrarse en lugares serranos, con una población total que no llega a los 30,000 habitantes y ubicarse en los niveles de mayor pobreza del estado. Por otra parte, los municipios con menores niveles de pobreza y mayor población como Culiacán y Mazatlán son los que tienen los más altos niveles de escolaridad con 11.1, 10.8 grados, respectivamente.
Lo anterior también se ve reflejado en las comunidades escolares, pues de acuerdo con el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (2019), ocho de cada diez escuelas en Choix y siete de cada diez en Badiraguato se encontraba en condiciones de marginación, mientras que, en Culiacán y Mazatlán, solamente una de cada diez se encontraba en esa situación.
Si queremos un sistema educativo equitativo e incluyente en el cual el origen no marque el destino de las próximas generaciones y donde se limite la que posiblemente sea su única oportunidad de un futuro mejor, debemos actuar. Es imprescindible hacer de la educación una prioridad, focalizando nuestros esfuerzos hacia donde mayormente se vulnera el derecho a aprender de las niñas, niños y jóvenes, los cuales ven interrumpidas rápidamente sus trayectorias educativas.
El censo nos permite conocer la realidad actual, sin embargo, este no consideró los efectos adversos que la pandemia provocará en el futuro. Para evitar que las brechas se sigan profundizando, sobre todo en los municipios que más lo requieren, será necesario un regreso a las aulas que considere lo que la evidencia nos ha enseñado.
Hacemos un llamado para que las autoridades educativas estatales y municipales, así como todos aquellos candidatos a los diversos puestos de elección popular que contenderán este año, a que se comprometan con el derecho a aprender. La situación de cada niña, niño y joven es bastante desigual dependiendo del municipio en el que nace, por lo tanto, como sociedad debemos exigir que nuestros gobernantes destinen recursos adecuados, suficientes y pertinentes que garanticen la atención prioritaria a las escuelas que más lo necesitan, de esa forma evitaremos que se agudice la crisis educativa que se aproxima.