Opinión
El 5 de octubre se celebró el día mundial de los docentes y es una gran oportunidad para reconocerlos como pieza fundamental para lograr que el derecho a aprender de niñas, niños y jóvenes se convierta en realidad. Asimismo, en el contexto nacional, reflexionar si se ha cumplido con su revalorización para que los maestros se conviertan en los agentes de cambio que el país necesita para el desarrollo y bienestar de las futuras generaciones.
Los maestros son los principales actores educativos con el cual los estudiantes interaccionan y se relacionan para aprender. Por tal motivo, contar con buenos docentes es uno de los elementos que más se asocian con mejor desempeño académico de los alumnos, e incluso con mayor avance en los grados escolares.
Lo anterior, debido a que son capaces de generar ambientes inclusivos, participativos y respetuosos que consideran las diferencias de los estudiantes y los motivan a alcanzar sus sueños. Además, les brindan apoyo pedagógico y emocional que estimulan la creatividad y brindan experiencias significativas para su desarrollo integral con prácticas educativas innovadoras oportunas y pertinentes. En ese sentido, las enseñanzas de la pandemia fueron claras: nada puede sustituir a los docentes y a la escuela para que el derecho aprender se cumpla.
A pesar de su importancia para el sistema educativo y más allá de los discursos oficiales, los docentes no han sido una prioridad. Al respecto, la revalorización es un tema que se ha escuchado desde hace más de 30 años. En la reforma educativa de 2019, el presidente López Obrador aseguró que finalmente llegaría tan ansiado reconocimiento y los incluiría en toda decisión de mejora de la educación. Sin embargo, esto no se cumplió.
No hace sentido la revalorización cuando esto no se traduce en oportunidades de formación para los docentes que les ayuden a desarrollar aptitudes y capacidades para enfrentar los retos que se presentan en sus comunidades escolares. Como muestra está que para 2024 se asignaron en el Proyecto de Egresos de la Federación el equivalente a 97 pesos para el aprendizaje profesional de los maestros de escuelas públicas de educación básica. Asimismo, en el caso de Sinaloa, para el año 2023, todas las escuelas formadoras tuvieron reducción presupuestal en términos reales.
Otro aspecto que no aporta a su valorización es que los procesos de ingreso, promoción y reconocimiento han sido cuestionados por su opacidad y discrecionalidad. Con esto, USICAMM se convirtió en una versión diluida y menos efectiva que el tan criticado Servicio Profesional Docente, lo que limitó aún más un proceso efectivo de profesionalización que aportara a la dignificación del magisterio.
Finalmente, no puede dejarse de lado que muchos maestros se desempeñan en ambientes inseguros y violentos, con condiciones de infraestructura y equipamiento inadecuadas para impartir sus clases, y todo esto con ingresos precarios que, en algunos casos, los obligan a buscar otras fuentes de trabajo.
Revalorizar a los docentes implica un esfuerzo por reconocerlos, motivarlos y de darles la importancia y respeto por su labor. Implica reconocer la influencia que tienen en la vida de los estudiantes y apoyarlos para desempeñar su función. La educación es un asunto que nos corresponde a todos, pero esta transformación no podrá lograrse sin atraer y retener a los mejores maestros. Es momento de que las palabras se conviertan en hechos; es tiempo de implementar políticas y programas que verdaderamente apoyen al magisterio y aterricen en la realidad.