Opinión

El año que terminó fue el primero -y ojalá último- afectado de inicio a fin por la pandemia. En lo educativo, 2021 también marcó el comienzo del proceso de recuperación de los efectos negativos del prolongado cierre de escuelas en el aprendizaje académico y el bienestar socioemocional de niñas, niños y jóvenes.
Aunque no sean visibles, estas consecuencias acompañarán a toda una generación a lo largo de sus vidas y revertirlas llevará años. Por ello, es absolutamente urgente y necesario continuar el proceso de regreso a clases presenciales en todas las escuelas en el estado. Sin embargo, la aparición de la variante Ómicron genera el riesgo de una posible nueva ola de contagios, lo cual crea incertidumbre y desconfianza en docentes y familias.
Por otra parte, una barrera importante para gestionar el regreso a clases presenciales sea el escenario limitado en materia de financiamiento que genera la alta inflación. Como informamos en nuestro análisis del presupuesto aprobado, rubros como atención a la infraestructura o programas focalizados a poblaciones marginadas como niños migrantes, tendrán que funcionar con montos menores al año anterior.
Pero sin duda, el principal desafío del año 2022 pasará por continuar gestionando el regreso presencial a las aulas, mientras a la par se diagnostican de manera confiable y rigurosa los efectos de la pandemia en la calidad de los aprendizajes académicos y socioemocionales de los estudiantes.
Sin datos oficiales respecto a ello, y sin una perspectiva clara de la magnitud del problema del abandono escolar, será muy difícil diseñar e implementar estrategias de reparación efectiva de estas consecuencias negativas.
Superar la ceguera de información y evidencia estratégica que hoy padece el sistema educativo estatal es un llamado para que instituciones como Mexicanos Primero Sinaloa puedan retomar su rol evaluador y monitorear lo que realmente ocurre con el aprendizaje de los estudiantes en el estado.
Para ello, durante este año volveremos a las preguntas centrales de nuestro activismo: ¿qué y cuánto han aprendido durante este tiempo los estudiantes?, ¿qué condiciones de infraestructura y equipamiento ofrecen las escuelas? ¿Pueden ofrecer las escuelas un espacio seguro para el aprendizaje?, ¿qué tan pertinente es la formación inicial y continua de los maestros para hacer frente a los retos de la pandemia?
Desde las respuestas que encontremos, continuaremos nuestro camino de defensa del derecho a aprender de niñas, niños y jóvenes en el estado.
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Gustavo Rojas