Opinión
Esta semana se reanuda otra temporada de esta educación a distancia. Aprendo en Casa III nos recuerda que sólo en un par de meses, estaremos cumpliendo un año con las escuelas de Sinaloa cerradas. Ante este escenario, es inevitable -y de hecho, comprensible- que para quienes somos padres y madres y también para nuestros hijos, exista mucho cansancio, pero sobre todo, una profunda sensación de incertidumbre.
Regresar a la escuela a distancia puede estar siendo para muchas familias una gran prueba de resistencia. Seguramente, habrá en los hogares sinaloenses muchos niños y jóvenes hartos de sentarse frente al televisor, exhaustos de mirar a sus compañeros por una videollamada, fastidiados de trabajar por su propia cuenta en un libro de texto que no les gusta. Y toda esa frustración, puede luego transformarse en tensión y estrés en la convivencia familiar.
Pero a pesar de todo, no es momento de renunciar. Sino todo lo contrario, es tiempo de persistir y seguir adelante. No hay una forma más clara y contundente de decirlo. Mejor en la escuela, aunque sea a distancia, que fuera de ella. Como padres debemos acompañar a las niñas, los niños y a los jóvenes para sigan considerándose a sí mismos estudiantes y para que sigan guardando en sus mentes y en sus corazones el sentido de pertenencia a esa comunidad llamada escuela.
Así, cuando llegue la hora de regresar a la educación presencial, partiendo por la posibilidad que ofrecerán los Centros de Aprendizaje Comunitario en los que esta semana SEPYC anunció estar trabajando, todo fluirá de mejor manera. Dejar la escuela, aunque sea a distancia, generará una barrera difícil de superar cuando toque regresar.
Durante meses, hemos hablado de lo poco preparados que estábamos. De la falta de conectividad y acceso a la tecnología. De las carencias de agua, de baños, de infraestructura escolar para el regreso. Pero hemos omitido prestar atención a algo fundamental. Antes de la pandemia, los estudiantes mexicanos de 15 años destacaron de sus pares en otros países del mundo por dos cosas muy especiales.
Primero, porque 86% de ellos declararon creer que son capaces de salir adelante de momentos de dificultad, frente a un 71% de promedio en los países agrupados en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Y segundo, porque vive en un 74% de ellos la creencia de que su meta en la escuela es aprender lo máximo posible, frente a un pálido 42% de promedio en los países OCDE. Es hora de honrar esas creencias y estar ahí para ayudarles a salir de la cama cuando inclusive nosotros mismos quisiéramos no hacerlo. O para interesarnos genuinamente en su proceso de aprendizaje.
Si el futuro de la educación es aprender a aprender, no sólo apoyemos que se haga la tarea de matemáticas en tiempo y en forma, sino también preguntemos ¿Cómo llegaste a esas respuestas? ¿Qué dificultades viviste? ¿Cómo las resolviste? No es necesario ser expertos en matemáticas para hacer esas preguntas, para expresar una genuina curiosidad y “estar ahí”. Se puede, sigamos adelante.