Opinión

Las escuelas deberían ser espacios para que niñas, niños y jóvenes aprendan, se desarrollen y se les brinden oportunidades para romper las inercias y exclusiones que muchos de ellos enfrentan en su contexto. Sin embargo, en algunos lugares la violencia ha permeado en los centros escolares afectando el bienestar de los estudiantes y docentes, normalizando situaciones que deberían ser inaceptables.
Vivimos en una sociedad violenta, insegura, con grandes desigualdades y falta de oportunidades. El mal ejemplo que reciben los infantes muchas veces se refleja en conductas de acoso escolar contra sus compañeros. Los docentes desempeñan un papel fundamental para generar ambientes armónicos y propicios para aprender, no obstante, hay ocasiones en que ellos también son víctimas de violencia que sobrepasa a las escuelas, tal como sucedió recientemente con una maestra de preescolar en Cuautitlán Izcalli quien fue atacada por la familia de un alumno.
La violencia es un problema serio que requiere ser atendido de forma integral y sistémica con la colaboración de todos los actores educativos y sociales. Aun con la persistencia de este problema, en lugar de impulsarse estrategias que combatan el acoso escolar, propicien la cultura de la paz y generen ambientes de convivencia sana y pacífica, desde el gobierno federal se decidió eliminar en el año 2021 el Programa Nacional de Convivencia Escolar.
Si bien, es cierto que la escuela no puede responder por sí sola a la complejidad de la violencia, la cual supera los límites de los centros escolares, sí puede aportar a la transformación social. Ejemplos claros los tenemos en Sinaloa con las prácticas educativas que han participado en el Premio AEI, donde se visibilizan los esfuerzos de docentes, directivos y familias por transformar sus contextos, y generar mejores ambientes de aprendizaje y participación.
Algunos proyectos han focalizado la atención socioemocional de los estudiantes, como el caso de “Yo manejo mis emociones” de la Asesora Técnica Pedagógica, Patricia Ortiz, quien apoyó con herramientas para ayudar a los alumnos a reconocer y gestionar sus emociones, así como desarrollar habilidades para mejorar la comunicación y resolver conflictos.
Desde las escuelas se pueden lograr grandes cambios sociales, por ello, debemos insistir en que combatir la violencia en la escuela requiere un esfuerzo mayor. Ésta, es una de las muchas urgencias del sistema educativo que deben ser atendidas. A pesar de esto, la autoridad educativa se encuentra extraviada en la implementación de una reforma curricular que no es prioritaria en este momento.
Para lograr que las niñas, niños y jóvenes aprendan, primero necesitan estar bien. Generar ambientes sanos y seguros, donde exista confianza, adecuada comunicación y habilidades para expresar sus sentimientos será un primer paso. Corresponde a todos, que la escuela no sea el reflejo de los problemas sociales, sino lo que aspiramos como comunidad. Sembrar la semilla de una sociedad libre de violencia para ésta y las nuevas generaciones está en nuestras manos.
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Gustavo Rojas