Opinión

El presupuesto aprobado por la Cámara de Diputados para 2026 confirma una vez más que, en los hechos, priorizar el aprendizaje no es un asunto tan relevante. Aunque la educación fue beneficiada en la reasignación de recursos, el aumento no está orientado a reforzar temas estratégicos que ayuden a los estudiantes a aprender.
De acuerdo con el análisis de Mexicanos Primero, el sector educativo fue de los más beneficiados con la reasignación presupuestal, con una ampliación de 10 mil 842 millones 600 mil pesos, lo que eleva los recursos totales para educación a más de 1.2 billones de pesos. A primera vista, podría parecer una buena noticia, sin embargo, es importante analizar los detalles para conocer si esos recursos van destinado a impulsar el aprendizaje.
Como ha sido una constante desde hace varios años, la formación continua de los docentes quedó al margen de las prioridades. El Programa de Desarrollo Profesional Docente (Prodep) recibió apenas 14.5 millones de pesos adicionales; eso equivale a un incremento de 13.71 pesos por docente al año respecto a la propuesta inicial (91.50), para quedar en 105.21 pesos en 2026. Con esas cifras, resulta difícil hablar de profesionalización del magisterio. Paradójicamente, el Senado aprobó declarar el 19 de marzo como el “Día de la Actualización Docente”, pero sin recursos que hagan posible esa actualización. Un día en el calendario no sustituye una política de desarrollo profesional sostenida y pertinente, por lo que la valorización permanece nuevamente como un discurso vacío.
En la investigación que recientemente publicamos en Mexicanos Primero Sinaloa, Voces desde el aula: la Nueva Escuela Mexicana en la experiencia docente, quedó claro que la falta de formación que identifican las figuras educativas es uno de los principales obstáculos que enfrentan para la apropiación del nuevo modelo educativo. Si no se le da prioridad a su preparación, será difícil el fortalecimiento de sus prácticas y que docentes y directivos respondan a la diversidad de contextos que viven en sus escuelas. La voluntad de cambio existe; lo que falta es respaldo institucional y una estrategia seria para impulsarla en las comunidades escolares.
Otro tema que se destaca en el presupuesto es que tampoco se destinaron recursos suficientes para evaluar y mejorar los aprendizajes. De hecho, el presupuesto de la Dirección General de Análisis y Diagnóstico del Aprovechamiento Educativo tuvo una reducción del 65.4 por ciento, al pasar de 147 a 51 millones de pesos. Con ello se debilita aún más la capacidad para identificar los rezagos que enfrentan los estudiantes en el sistema educativo.
Aunque son necesarias e importantes, invertir en educación no es solo entregar becas o rehabilitar escuelas, implica garantizar que cada niña, niño y joven tenga un maestro preparado, motivado y acompañados, así como mecanismos de evaluación para identificar si realmente están aprendiendo. Mientras estos temas sigan considerándose asuntos secundarios y no una inversión estratégica para el futuro, será difícil lograr una transformación profunda de la educación.
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