Opinión
El pasado 21 de mayo, se hizo pública una carta firmada por un grupo de organizaciones y ciudadanos dirigida al presidente de la república y a la secretaria de educación, para que asumieran el compromiso con la aplicación de la prueba PISA. La falta de comunicación oficial y la urgencia de que México cumpla con los requisitos necesarios en los plazos establecidos ponen en riesgo la continuidad de 25 años de participación en esta evaluación. Este escenario amenaza con privar al país de una herramienta fundamental para el mejoramiento del sistema educativo.
La prueba PISA es una evaluación estandarizada desarrollada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en la que México ha participado desde el año 2000. Esta prueba se aplica a estudiantes de 15 años y evalúa las áreas de matemáticas, lectura y ciencias, y más que restringirse a un curriculum específico, mide las habilidades y competencias necesaria para la vida. Asimismo, es la única evaluación internacional con la que cuenta México, después de haber abandonado el Estudio Regional Comparativo y Explicativo (ERCE), aplicado por la UNESCO.
Los resultados de esta prueba han mostrado la grave crisis de aprendizaje en la que se encuentra el país. Ejemplo de esto fue la última evaluación en 2022, en la que nos posicionamos en el lugar 51 de 81 países evaluados y 71 puntos por debajo del promedio de la OCDE. Que gran parte de los estudiantes mexicanos no distingan una opinión de un hecho, o que tengan dificultades para realizar operaciones básicas, posicionan a la educación como un tema urgente por resolver.
PISA es relevante, ya que permite identificar las fortalezas de un sistema educativo, pero también sus áreas de oportunidad. Conocer el estado de la educación en otros países ayuda a que puedan tomarse decisiones de política educativa más informadas, conocer aquellos aspectos que funcionan y los que no, así como aprender sobre los retos y dificultades que enfrentan los estudiantes en distintas partes del mundo.
PISA también ha servido para conocer a mayor profundidad las desigualdades educativas que enfrentan los estudiantes mexicanos en sus diferentes contextos. La distinción entre escuelas públicas y privadas, los estudiantes que enfrentan mayores condiciones de marginación, así como las brechas de género entre hombres y mujeres, son elementos que brindan información valiosa que permiten profundizar y hacer más efectivas las políticas educativas.
Es importante poner sobre la mesa que esta evaluación no es la Panacea. Sin embargo, es un instrumento que impulsa la mejora continua de la educación, ya que proporciona evidencia para monitorear y dar seguimiento al progreso educativo. En ese sentido, se requieren también de otro tipo de evaluaciones complementarias y nacionales como en su momento fue PLANEA.
Aún estamos a tiempo de que PISA pueda aplicarse en su edición 2025, y contar con información valiosa, oportuna y pertinente para mejorar el sistema educativo. No hacerlo significaría navegar hacia lo desconocido, desorientados y aislados, sin poder corregir y avanzar hacia una educación equitativa, incluyente y de calidad a la que los estudiantes tienen derecho.